viernes, 25 de mayo de 2007

Algunos poemas de Alberto Muñoz

DE LA VÍCTIMA

Ellos saben que la víctima sostiene su cabeza hasta último momento.
La orden de morir no es de Dios sino de un hombre que abandona.
Dios alguna vez les ha dictado:- “No envíes a la muerte a este hombre”-, y ellos han temblado en un dudoso castellano:- “No lo envío a la muerte, mi Señor, lo envío a tu morada”.-

DE LOS AJUSTES

El verdugo quita su capucha y con ella va su rostro, intacto.
Una lámina carnal es su cabeza. Una tela blanca. Sobre esa película propicia aparecen los otros rostros, los ejecutados. De quince a diecisiete segundos tarda cada impresión para borrarse y retornar en otra.
Estos ajustes son convenio de su sangre y su moral.

El verdugo se llega hasta una zanja, introduce su cabeza en el limo y una suerte de líquido devuelve otra vez su semblante verdadero, que debe con rigor ser cubierto con una capucha.
Obedece a una ley líquida. es eterno y fecunda con un gas.


Alberto Muñoz
De Tratado de verdugos.
(Ediciones Filofalsía)
CAMIONES


No ha sido el mundo una forma de la fiebre líquida.
hijo mío, estás ahí, tomado a tu tren, al lado de un río
que te dice en su tamaño de agua: camiones.

Camiones junto a la azalea blanca.
has puesto una línea sucesiva de camiones; no tienen
otra ruta que tu mínima mano blanca
entrándolos al mundo.
los quitas del desastre.

Qué otro modo hay de la justicia, sino la forma del camión en la azalea blanca.

Hijo, estás ahí, en el parapeto de la monstruosa evidencia; ¡los grillos han tomado la cabina de tu camión!, engrasan sus patas verdes, apagan la luz, rompen la bahía donde ingresa el vapor de los aceites; están cerca de las azaleas, pero ellos creen que son criaturas del budismo que han llegado a una orilla milagrosa...

Oh, hijo mío, ahí estás jugando con tu pala mecánica; mi tractor de lata está a quince kilómetros de la azalea blanca.

¿Llegarás?


LA VIDA EN LAS ESTAMPAS

Una joven japonesa entra en nuestro cuarto. Estamos asustados.
La joven japonesa es de papel, pertenece a una estampa polícroma del siglo XVIII.
Estamos asustados.
Ha escapado de la composición del artista Suzuki Harunoba, dejando a su amado decúbito supino con el falo hinchado y los ojos en blanco.
Estamos asustados.
Parte del papel de su cara está quemado y una de las piernas quedó en la estampa por encima del noble que la penetra: ¿a qué viene esa joven a nuestro cuarto, si somos cristianos acostumbrados a nuestras vírgenes, que no se mueven de su sitio?





YERBAL II


“ En su pelo, en su piel, hay un nuevo perfume, difícil decir de qué”
Marguerite Duras.


Una mujer entra en la peluquería con máscara facial: su marido ha venido de la noche cosido a un traje de ora costurera. la mujer no ha podido dormir si bien, abierta, de su camisa salía en los paseos el oro del pezón y la blancura.
¡Oh, los maridos!, que bajan al aljibe de las contrarias a buscar el agua de las yeguas , inútiles vuelven a sus camas, al apero de las cortinas.
MI madre trabaja el rostro de las mujeres engañadas.
¿Qué diría Helena Rubinstein si supiera que no es pintura azul el manto de los celos?


BALADA DE LA CÁRCEL DE WILDE

Soy Oscar, preso en Wilde. tengo una flor en el ojal un girasol.
Me pinto la boca con un trueno.
Ayer me dijeron que voy a morir de todo lo que ama.

A veces, cuando se apagan las luces de la cárcel, me quedo con los ojos abiertos y vienen a pedirme que los cierre, que el mundo no puede dormir cuando tengo los ojos abiertos.


Alberto Muñoz.
De Camiones

(Ediciones en Danza).


TREN CRUZANDO EL PUENTE DE HIERRO

Por el río Las Conchas llegábamos a Bella Vista.
Cruzábamos el puente de hierro tragados por un
palacio de canciones y gritos.

Sólo el olor a huevo proveniente de la canasta
de mi madre me devolvía a las ropas: el vagón se movía
como una yegua nerviosa en las murallas del tábano.

Nadie soportaba el olor del río Las Conchas
cambiaron su nombre por el de Reconquista.

El puente de hierro separaba el cuarto de los nenes
de la habitación de la abuela que durante la luna se
levantaba en camisón para rezar y orinar.

La luz exterior vivía de los curiosos
y de las oraciones amarillas flotando como abejas
en la palangana de metal.

Viajábamos los domingos. No había obreros colgados
de la caldera sólo mujeres gordas con crisantemos
arrastrando por los vagones criaturas y periquitos.

Mis padres discutían el arte de Virgina Luque
el derecho del matrimonio a no levantar una roca insólita
la manera en que los días se parecían a los clavos.

Nadie soportaba a Las Conchas.
El olor provenía del río Reconquista.
Yo llevaba mi nombre atado a una hebilla
por temor a que hicieran con él los mismo que habían hecho
en el bautismo del Reconquista.

Que de pronto papá o Lorenzo dijeran Antonio o Ferdinand
y mi cabeza girara llevándome indefenso como un pescado
o como un rey turbado por el acero que le acercan a la garganta.

Oh el olor a huevo crudo de la canasta de Amelia me devolvía
al vagón de madera. “ Comamos”- decía mi madre- improvisando
un mantel de mármol sobre sus rodillas

tomates partidos a la mitad y agua de lluvia
para que los soldados abandonen sus supersticiones:

madre si venimos de Las Conchas
por qué Dios me dijo una vez cruzando el Reconquista:
“ Yo soy el camino”.


LOS DÍAS PERDIDOS

Al mirar una locomotora vemos una máquina Singer
al mirar una Singer vemos la rueda de hierro la rueca
al burro girando alrededor del molino levantando agua.
al ver el agua vemos el aljibe con su roldana giratoria
al ver el giro de la roldana escuchamos el canto del óxido
al escuchar cantar tocamos el hombro de la amada
tocamos la curva del pez tocamos la seda.

Al tocar el hombro vemos el hilo de las despedidas
al escuchar el adiós oímos el golpe del viento en las velas
al ver la nave escuchamos la tierra girar en su canto de óxido.
Al oír el giro de la tierra movemos un asno alrededor del molino
al mirar el aspa levantamos el agua y oímos las velas
al oír la nave tocamos el hombro de los peces
tocamos la curva del tren tocamos la seda.


Alberto Muñoz.
De Trenes.

(Ediciones en Danza).
LA CABEZA DE ORFEO FLOTA SOBRE EL RÍO HEBRO


Todas las hojas son del viento...
L.A.Spinetta



Las Ménades arrancaron las extremidades de Orfeo y echaron su cabeza en las frías aguas del Hebro.
Nada impidió que su cabeza siguiera encantando.

El río volvió a reunirlo nuevamente.
Más grande y ominosos flotó sobre las aguas camino a Lesbos.
Mientras las Musas enterraron su antiguo cuerpo al pie del monte Olimpo su lira continuó cantando pulsada por el viento.

El agua tuvo un repertorio similar al de las hojas pero el genio del poeta se diluyó entre los peces.

Todas las hojas fueron del viento menos la luz de Orfeo.



TOCABAS EL PIANO

Ibas en madera con pedales
sentada
tocando el piano
de un lado al otro del motivo

parada de tocar
sentada y
blanca en el silencio

con las hojas abiertas
tu oído dejaba de leer
entre tus piernas de par en par.



JUAN CARLOS PAZ

¡Qué frío hay....Jesús!
César Vallejo


Oyendo
toda la verdad juntada en una noche

como una rana
escuché el diapasón de los presentes.

Extraño los grandes abrigos
ningún profeta ve subir la savia por el brote.

Oyendo más que otra cosa
no tengo ¡caray! un sobretodo

y algo falta de mí

con este frío
y el sonido de los pétalos flotando.

Alberto Muñoz
De Pianoforte.
(Ediciones en danza)

las fotos del encuentro con Susana Szwarc

El encuentro del 24 de mayo, frío, nos encontró esperando el sol del día de la patria pero se quedó dormido. La calidez estuvo entre los poetas. Susana Szwarc, con sus poemas de múltiples lecturas, nos brindó su humor para contestar todas las preguntas.


El equipo del Orate, esta vez incorporando miembro nuevo, Fabian Cerezo y con el regreso de Alejandro Mendez Casariego. Qué quinteto!


Fotos, pocas, agradeciéndole a Gastón Rivarola por haber llevado cámara, lástima que fotógrafo no sale en la foto. Habrá que conseguir más cámaras, con los celulares no alcanza!!





Los esperamos a todos en junio, el próximo invitado es Alberto Muñoz. No falten!!









viernes, 11 de mayo de 2007

poemas de Susana Szwarc

Un cielo al descubierto

Arrojaste una piedra
al baldío. Ahí voy
hacia el hueso del padre.
(Qué muerto.)
Pero la sombra de la vela
mitiga el nombre. En su luz
se deletrea. Y como de un incendio
la red del alambrado se abre:
jardín de cuerpos
hasta mi ojo.

Concentra la sombra los llamados
de cualquiera de los Campos.
La vela, deshecha.
Uno me agarra, tiene fuerza, el brazo,
el hueso. Canto (no sé si por fugarme):
-¿no ves que estás ardiendo?



Bárbara

Ese cuerpo excesivo
aún después del strip-tease
es tan leve como el mejor
afiche ante mis ojos.
La estética del poster
me hace sonreír
y mecerme en la silla de mi casa
(al compás del ritmo ajeno).
¡Ah! es exactamente igual
Que ofrezca Bárbara su carne
-de verdad, de mentira-
para mí.
Su nombre acerca a mi memoria
el poema de Prevert
aunque ella insista: “mirá, también me llamo Sonia
y no hay en mis manos ni crimen ni castigo”.

Pero ninguno de estos recuerdos
sirve esta noche,
ella está allí, quitánsoe siempre
su ropa dorada, justamente para llevarnos al olvido
y su cuerpo es un mapa perfecto,
un territorio para abrazar,
arrojar monedas,
atrasar relojes.

De pronto ya no sé qué sucede.
No hay ruido de pulseras en la habitación de al lado
y la música que sale de la radio,
la música que despierta a los vecinos,
me afecta el sentido del gusto, la clarividencia.

Un hombre, otro hombre,
abraza a Bárbara.
Bárbara tristeza la del hombre
que la abraza y no apaga así
sus lágrimas de carne.
Pero el llanto es de los dos
y valen nuestras monedas.


Regional

Están sanos los cítricos del norte.
“Erradicada la enfermedad”, dicen los diarios
y eso (hoy) es lo único que importa.
Entonces mordamos los frutales
como si fueran pulpa de Las Gracias
o de Venus, su mismísima madre.
Que el jugo caiga desde mi boca
hasta tus pies
que se deslice (¿sin salpicar la suntuosidad
de los objetos: mosaicos, collares venecianos,
automóviles?)
y ascienda de tal modo que toque las estrellas.
Así la deuda mía, hermanas,
se hará inmensa como un cielo de provincias.
¿Pago demasiado para recibir la textura de tu voz
o es por el aliento de naranjas?

¿No es raro acaso que la geografía,
como otra Venus, como nuevas Gracias,
nos entregue sus tajadas?


En torno

En el hospital, ese médico
me dice: no vengas hacia mí.

En la sala ( donde somos siete
las mujeres), el amado no traspasa
el umbral.
El médico hace gestos, le insiste:
sáquela, rápido, sáquela
de aquí.
No puedo, repite el amado, ella,
su otra sangre, y llora (se asombra
de sí, se busca en los vidrios,
quiere verse, verse
y no sabe lo que dijo).
Ni Bárbara ni Sheila ni Luva
ni Mara ni Patricia quieren
lo que escuchan. Por eso bailan.

El médico hace un corte
en la matriz
como un patriarca.
Le muestra: la misma sangre
pero el amado ve otra cosa.
¿Y qué hacer, y qué,
si ve otra cosa?

Bárbara, Sheila, Luva,
Mara y Patricia me están llevando
lejos, lejos,
a entornar la sangre.


Madrugadas

Se enfermó
de tanta belleza vana.
Lo acompañaba, entonces, al prostíbulo
como quien acompaña al hospital.

Cada madrugada, ante la puerta
del letrero luminoso, veía
a esa misma vendedora de periódicos
soltar su paquete, sentarse encima,
adormecerse. Sin fuerzas, ella.

Sin fuerzas yo,
solté, me adormecí.


Superposiciones

Estoy por entrar, advierte
desde el extremo de un país
medio habitado.
Después, un silencio largo
y los recuerdos, descansados,
me envuelven
la nariz.

Retorna el olor de escuela pública,
la sorpresa de ese olor, el mismo
de los bares nocturnos,
Sobre todo en las ciudades.
Tal vez porque ahí
las jóvenes mujeres que se inclinan
a la barra, aburridas y risueñas,
fueron a mi escuela
o a la tuya.
O porque están aprendiendo a no ir.

Cuando el silencio se mueva
y él, aliviado,
casi feliz esta noche, me cuente
de una nueva dulzura
de una Bárbara casi niña
no sabrá que ella ( su cuaderno,
su compás, el redondel de tiza),
en ese preciso paréntesis
estuvo aquí.


Susana Szwarc.
Del libro “Bárbara dice:”
(Alción Editora)

jueves, 10 de mayo de 2007

el 24 de mayo Susana Szwarc en el Orate




El 24 de mayo a las 21 hs. Susana Szwarc con sus poemas, en BaRRoco, Montes de Oca 322, Ciudad de Buenos Aires.

miércoles, 2 de mayo de 2007

fotos del encuentro con Inés Manzano




Nos salió lindo el encuentro en BaRRoco, en BaRRacas. Un poco nerviosos-que no se diga- por volver a empezar.







síiii, son Graciela Tustanoski , Myriam Rozenberg y Gerardo Lewin, conductores del ciclo El Orate y la Musa, posando para la posteridad. Falta, cof cof cof, Alejandro Mendez Casariego, abatido, en esos días, por una gripe, cof cof.
















Graciela y Myriam discutiendo-a su manera, son dos damas- las preguntas con las que atacarían a Inés.













Inés hablando, bajo atentas miradas.







Myriam de espaldas al fotógrafo, o el fotógrafo a espaldas de Myriam. Escucha Inés.








Bajo esa oscuridad, se encuentra Inés Manzano, recitando sus poemas. La voz de la poeta pone la luz que se necesita.







Inés y su poesía.





El equipo completo ... listos para entrar en la cancha! (mérito de estas últimas fotos: Amalia Pérez y Daniel Barroso )







Gracias a Inés y a todos los que nos acompañaron en este esperado regreso.



Nos vemos a fin de mayo!



Recuerden que pueden dejar mensajes aquí o mandarnos correo a elorateylamusa@hotmail.com